Entrevista realizada a Catherine L´Ecuyer en La Revista Hirukide.
Catherine es una canadiense afincada en Barcelona, donde ha formado su familia y tenido sus 4 hijos. Es autora de los libro «Educar en el asombro» y «Educar en la realidad».
Ha sido consultora de grandes empresas, formadora sobre temas educativos y es autora del Blog «apego asombro»
¿Se planteó en algún momento que terminaría formando una familia numerosa a 6000km?
Pues no. En 2002 trabajaba en Canadá como
Senior Legal Council en una empresa de telecomunicación
cotizada en bolsa y decidí cursar
el Máster del IESE para tener una visión
más amplia del negocio. Mi idea era trabajar
en un banco de inversión en Londres, por
ejemplo. Por lo tanto, vendí todo lo que tenía
y me fui a Europa con una sola maleta. Al
acabar el Máster, me hicieron una oferta en
Lehman Brothers para trabajar en Londres.
¿Y no aceptó?
En ese momento había tomado la decisión
de formar una familia y sabía que trabajar en
un banco de inversión era difícilmente compatible
con la maternidad. En Barcelona, me
ofrecían un trabajo de consultoría por proyecto,
lo que me permitía conciliar con la
maternidad.
¿Cuál es la clave de la conciliación para
Usted?
Depende. Para los que pueden permitírselo
económicamente, se trata de priorizar trabajo
o familia. Yo sostengo que una de las premisas
de la conciliación debe ser el realismo. La
súper mujer o el súper hombre no existen; no
podemos pretender ser un 10 en todo. En la
vida, para conseguir algo excelente, hay que
saber renunciar a muchas cosas buenas.
Pero este discurso es utópico para un gran
porcentaje de la población, que no tiene ni
siquiera la posiblidad de escoger entre una
cosa y la otra porque su situación económica
no se lo permite. Hoy por hoy, tal como está
planteada, la conciliación es una palabra
hueca. Las oportunidades de conciliación
en España son escasas y es un escándalo que
los padres se vean obligados a entregar a
sus hijos a una guardería con cuatro meses
porque no tienen otra opción.
Entonces ¿cómo lo plantearía?
Yo creo que en vez de plantear la conciliación
como “mi derecho de ser un 10 en todo”,
ganaríamos muchísimo más en plantearlo
como el derecho del niño a estar con sus
padres durante sus primeros años de vida
para su buen desarrollo como persona. En
ese sentido, la literatura científica sobre la
importancia del vínculo de apego
seguro en los primeros años de
vida es abrumadora. No entiendo
que sigamos planteándolo desde el
punto de vista del derecho de la mujer
a ser un 10 en todo. No solo es muy
irritante escuchar eso, sino que existe el
agravio de que estamos en una sociedad
relativamente machista y los que toman
las decisiones son mayoritariamente hombres,
o a veces mujeres que han renunciado a la
maternidad para llegar a donde están. Por lo
tanto, crea un diálogo de sordos que no lleva
a ninguna parte. Hay que mirar el asunto con
perspectiva y actualizar el discurso. Hemos
de pedir que los bebés puedan estar más
tiempo no solo con sus madres, sino también
con sus padres. La educación no es un asunto
de mujeres. Educa la familia. Y luego la tribu.
¿Y cómo una abogada y consultora de
grandes empresas pasa a escritora y
formadora sobre temas de educación?
En consultoría de empresas trabajaba en
temas de dirección de personas. Una de las
preguntas que me hacía era “¿qué es lo que
motiva a las personas en las empresas?”.
Daba clases en la universidad a chavales de
18 años y les hablaba del factor motivación.
Cuando tuve a mis hijos trasladé la pregunta
al ámbito educativo. ¿Por qué el niño se va
gateando al enchufe y 18 años después hay
que “motivarle” para que aprenda? Empecé a
leer y a investigar en serio. En 2010, tuve un
accidente de coche mientras esperaba a mi
cuarto hijo y estuve seis meses de baja. Esa
baja fue la oportunidad para escribir algunas
de las conclusiones a las que había llegado. El
resultado fue Educar en el asombro.
¿En qué consiste la educación en el
asombro?
Todos nacemos con asombro, ese “deseo de
conocer”, como lo llamaba Tomás de Aquino.
Lo que ocurre es que hoy hay cada vez
más estímulos externos que tienden a sustituir
ese deseo interno y a adormecerlo. Estímulos
externos que a veces incluso crean pasividad
y adicciones en los niños. Para que
eso no ocurra, hay que cuidar el entorno
en el que se encuentran los niños, para que
respete su asombro natural, su interés por
aprender. ¿Cómo? Respetando sus ritmos,
las etapas de la infancia, su sed de belleza, de
misterio, etc. De todo eso hablo en el libro.
¿El hecho de tener tres o cuatro hijos…
quizá ayuda, pero muchas veces nos lo
hace más complicado…?
Lo que ayuda no es tener más o menos
niños, es descomplicarse. Con el primero,
solemos complicarnos mucho. Hacemos
muchas fotos, compramos muchos juguetes,
tomamos la temperatura del agua del
baño, planificamos su futuro y tendemos a
olvidarnos de lo más importante: disfrutar
mucho de la paternidad en clave de presente.
Lo mejor no es lo que va a pasar mañana. Lo
mejor es lo que está pasando ahora. Lo mejor
es mirarlos a los ojos y decirles con nuestra
mirada atenta que estamos por ellos y que
los queremos incondicionalmente. Es igual
si saben escribir su nombre con cuatro años,
restar o sumar con cinco o tocar el piano con
seis. No hay que obsesionarnos por adelantar
etapas. Hay que ir a lo esencial.
En su caso, el haber tenido hijos y ver
cómo van madurando poco a poco, ¿le
ha reafirmado en sus criterios educativos,
le ha hecho matizarlos o relativizar
alguno?
Por supuesto. ¡Ya no tomamos la temperatura
del agua del baño del niño! He pasado
de preocuparme por los “cómo” a tomar
decisiones inspirándome en los “porqué”
y los “para qué”. Por ejemplo, no lo es todo
que el niño dé las gracias. Tiene que ser
agradecido. Y el problema no es que haga una
“carita” porque sienta rencor, la solución es
ayudarle a perdonar. Hay que ir al fondo y no
quedarse con lo superficial y las apariencias.
Hay que dejar la educación mecanicista e ir a
los motivos por los que educamos.
En su segundo libro habla de la importancia
de “educar en la realidad”. ¿Es posible
en un mundo y una educación cada vez
más digital?
Por supuesto, no vale decir “es una batalla
perdida”; esa frase es el preámbulo a todos los
fracasos educativos. Las nuevas tecnologías
no son malas, son herramientas estupendas
y necesarias, pero cuando las usan mentes
maduras y preparadas para ello. En edades
tempranas, tienen efectos en el aprendizaje:
pueden mermar la atención, crear
hiperactividad, impulsividad, adicciones, etc.
Por lo tanto, me remito a las recomendaciones
de la Academia Americana de Pediatría, que
estipula que los niños de menos de dos años
no deberían ver ninguna pantalla y que los
niños de otras edades no deberían verla más
de dos horas al día, y contenidos
de calidad.
Cuando el joven tenga madurez,
fuerza de voluntad, sepa lo
que es relevante y lo que no,
entonces podrá navegar de
forma responsable. Pero esa
preparación, esa madurez, no
se desarrolla con un dispositivo
en las manos. Por ejemplo,
uno no desarrolla la virtud de
la discreción y el sentido de la
intimidad navegando por las
redes sociales, sino a través
de relaciones interpersonales
reales. La mejor preparación para el mundo
online es el mundo offline, el real. Así, el día
que subamos una montaña con nuestros hijos
adolescentes para ver el mar desde arriba, no
nos preguntarán por qué les hemos hecho
caminar dos horas para ver “un fondo de
pantalla”.
Pero las madres y padres nos vemos
arrollados por las “pantallas” en todos
los ámbitos y ahora también en el
educativo…
Las tabletas en las aulas son una moda. También
lo han sido la radio, la televisión, los
DVDs, el ordenador, el portátil, la pantalla
digital; ahora lo son la tableta y los Smartphone.
Y luego habrá otra cosa, todas las tecnologías
están programadas para la obsolescencia
y antes de usarlas en un entorno escolar
tienen que ofrecer garantías. Cada vez que
llega algo nuevo, sufrimos lo que llamo yo el
“trance tecnológico”, una especie de estado
que nos hace perder la perspectiva y nos lleva
a percibir un cambio tecnológico con una
actitud de fascinación casi apocalíptica. En
los EE.UU. y en muchos otros países europeos
(Alemania por ejemplo) están de vuelta
del trance tecnológico. Hace un mes, salió un
informe de la OECD que dice que un uso del
ordenador en el aula por encima de la media
de la OECD da resultados mucho peores. Ya
no es un punto a favor usar la tableta en las
aulas.
Al margen de la sobre estimulación
digital, ¿exigimos demasiado a
nuestros hijos desde pequeños entre
extraescolares, idiomas, deporte…?
Está relacionado con el tema de la conciliación.
Si no hay otro remedio que llenarles
la agenda porque estamos trabajando, ¿qué
vamos a hacer? Por otro lado, si tenemos la
opción de reducir los días de extraescolares,
hemos de ser conscientes de que “más, no
es mejor”, especialmente en la etapa infantil.
Los niños de menos de seis años pasan
un número de horas exagerado en el parvulario
y lo que necesitan
después de esas horas es
estar en casa, jugando tranquilamente,
no aprendiendo
chino o haciendo clases
de ballet de lunes a viernes.
En primaria, tiene que ser
según el interés del niño,
no todos los días, y hemos
de asegurarnos de que el
niño duerma las horas suficientes.
Los que tenemos difícil
aburrirnos somos las
madres y padres…
¿considera que vivimos en una sociedad
inclusiva con las familias con hijos?
Comparando con otros países, en España
hay poca ayuda a las familias con hijos, sean
numerosas o no. Por eso, aquí, la decisión
de tener un hijo o varios es muy sacrificada.
Casi podemos decir que es un “lujo”, y no
debería serlo.
¿Y qué les pediría a nuestros gobernantes
e instituciones como madre de familia
numerosa?
Resolver el asunto de la conciliación del que
hablábamos antes. Los horarios laborales han
de coincidir con los horarios escolares. Y la
baja de maternidad / paternidad debería ser
de un año. Para el bien de nuestros hijos, de
nuestras familias y de toda la sociedad.
Muchas gracias y esperamos verle en el
futuro en alguno de nuestros congresos.
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